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Viniendo a los Pirineos españoles desde los franceses, desde Foix a Benasque, una sale del verdor y la frondosidad de las laderas norte para descubrir, casi de repente, un macizo abrupto y salvaje, con cimas de más de 3000 metros que te sobrecogen y acogen a la vez. La luz aquí es bestial, así como los contrastes, nada que ver con el suave verdor de la parte francesa. La Maladeta, con su pico Aneto y su tucas aledañas, estarán siempre en mi memoria.
Luego, de camino a Madrid, parada en Huesca. Campos áridos, terrosos, mucho calor. Creo que estas acuarelas de viaje reflejan álgo de todo esto.