Últimamente tengo que viajar con más frecuencia de la que me gustaría a Madrid. El tren me permite observar el paisaje desde un lugar privilegiado. Grandes ventanales por los que desfilan, primero, las llanuras del valle del Guadalquivir, algunas casas de campo, las montañas de Sierra Morena después y más adelante las llanuras y pequeñas elevaciones cercanas a Ciudad Real.
El sol comienza a ocultarse tras unas nubes raseras cerca de Puertollano.
Al poco rato, ya se ha ocultado, pero queda su resplandor en el horizonte. Todo se oscurece y el cielo vibra desesperadamente intentando retener las últimas luces.
Con mi cuadernito de 15x15, he atrapado un poco de paraíso, y llego contenta a mi destino.