Desde las setas de la plaza de la Encarnación se divisaba una deslumbrante panorámica de iglésias, tejados y lejana cornisa del Aljarafe.
Otro apunte en la misma plaza de la catedral.
Ya en el estudio, cansada de tanto edificio, me dediqué a pintar a Camilo mientras explicaba.
El fin de semana pasado vino Camilo a Sevilla a impartir un curso a miembros de la Agrupación de Acuarelistas. Fue estupendo, aunque durillo. Es difícil seguirlo, trabajar las sombras sacando los volúmenes cambiantes de los edificios, alumbrados por el sol castigador de esta ciudad.
Por lo menos lo pasamos bien compartiendo esfuerzo, almuerzos y paseos.