Hoy era un día precioso para salir a ver el mar. Nublado, fresco, alguna llovizna, y nadie, vamos, casi nadie en la playa.
He comido como una reina en un restaurante al cual llegaban las olas en un momento de marea alta. Mientras traían las coquinas he pintado las sombrillas más cercanas, luego, entre las ortiguillas y el arroz de marisco, he hecho el apuntillo de mar.
Ya en los postres se me ha acercado una niña de cuatro años, inteligentísima y locuaz, que también quería pintar. Le he dejado mi cuaderno moleskine y mi lápiz negro acuarelable. Dice que esa niña es ella y lo de abajo el mar. Luego ha puesto su nombre (Alejandra). Me ha parecido precioso.